Personalizar las preferencias de consentimiento
Utilizamos cookies para ayudarlo a navegar de manera eficiente 
y realizar ciertas funciones. Encontrará información detallada
sobre todas las cookies en cada categoría de consentimiento a
continuación.
Siempre activo

Necessary cookies are required to enable the basic features of this site, such as providing secure log-in or adjusting your consent preferences. These cookies do not store any personally identifiable data.

No hay cookies pata mostrar

Functional cookies help perform certain functionalities like sharing the content of the website on social media platforms, collecting feedback, and other third-party features.

No hay cookies pata mostrar

Analytical cookies are used to understand how visitors interact with the website. These cookies help provide information on metrics such as the number of visitors, bounce rate, traffic source, etc.

No hay cookies pata mostrar

Performance cookies are used to understand and analyze the key performance indexes of the website which helps in delivering a better user experience for the visitors.

No hay cookies pata mostrar

Advertisement cookies are used to provide visitors with customized advertisements based on the pages you visited previously and to analyze the effectiveness of the ad campaigns.

No hay cookies pata mostrar

AL AIRE LIBRE

Olga Gayón/Bruselas

Cada vez que lavaba sus sábanas, su cuerpo saltaba silueteado en ellas cuando el agua se había evaporado.

De la lavadora salía impoluta, blanca, pura e inmaculada la tela que todas las noches acariciaba su desnudez. Allí no quedaba ningún rastro de sus noches infinitas, de sus amaneceres envuelta en el cuerpo del hombre que una noche la había habitado, de los sudores nocturnos emanados de la fiebre de su soledad o del barro que quedaba impregnado en su blancura después de que ella había corrido descalza sobre la hierba mojada.

Las sábanas para ella eran sus colegas, su madre, sus amores, su pareja, sus abandonos, sus amigas, los libros que dejaban sobre ellas párrafos notables, los rostros de la última película que la acompañaban durante algunas noches, o esas lágrimas que brotaban sin que hubiera de por medio algún dolor que a ella le atravesara el alma.

La tela blanca es la única materia que conoce por completo su desnudez. Ella acaricia siempre su piel porque entre las dos no existe ninguna otra tela que se interponga; así ha sido desde que varios años atrás ella encontrara que el pijama la aprisionaba, le ponía rejas y muros a su cuerpo, y que en lugar de cobijarla la helaba.

El pijama, decía ella, era como ese amante que tras seducirte huye en la madrugada sin dejar rastro: te proporciona calidez para luego dejarte abandonada entre tu cuerpo y la sábana. Por tanto, para no sentir la desolación, dejaba que sábana y piel se arrullaran entre ellas todas las noches.

Cuando sacaba la sábana de la lavadora, ella verificaba que no quedara ninguna mácula que hablara de los secretos entretejidos entre las dos durante las oscuridades más recientes.

Ella tendía la tela blanca en el jardín para que se secara al aire libre. Los vecinos creían que era una provocación. Pero no; su cuerpo desnudo emergía sobre el tejido para comunicar a quien lo viera que en esa casa residía una mujer que no temía al amor ni a la soledad.

Obra de Shira Barzilay

Sobre el autor o autora

Social media & sharing icons powered by UltimatelySocial