Por JORGE GÓMEZ PINILLA
Es mucha la gente que ha caído en la trampa de creer el embuchado que mostró la última encuesta de Invamer según la cual Gustavo Bolívar es el político de izquierda con mayor preferencia electoral, y donde el principal “error” (intencional, por supuesto) estuvo en que ningunearon o invisibilizaron a quien sin duda es la figura con mayor aceptación dentro del progresismo, la exministra Carolina Corcho.
Un amigo mío -para más veras estratega político- llegó al extremo de afirmar que Invamer “encumbró a un indeseable”. Bolívar por supuesto no lo es. Lo que menos tiene él es de indeseable, excepto si acaso por esa abundante melena que en nada le favorece, como dije días atrás en esta columna. Pero adonde apunto es a que la elevada preferencia por Bolívar en esa encuesta tiene más bien la intención de “joder a la izquierda”, digámoslo sin ambages.
No solo porque resulta difícil creer que él sea el político con mayor acogida en el progresismo (no olvidar que quedó de tercero a la alcaldía de Bogotá, detrás de Juan Daniel Oviedo), sino porque la aleve exclusión de Carolina Corcho en esa encuesta encierra un propósito perverso: impedir que desde el pitazo inicial se crezca la mejor opción para suceder a Petro.
Otra cosa es que la persona más próxima al presidente para esos menesteres sea María José Pizarro (es lo que dicen), por ser la hija del corajudo Carlos Pizarro, a quien se le conoció hasta el día de su muerte como “el comandante papito*”.
Pero “razones tiene el corazón que la razón no entiende”, decía Blas Pascal. Y la frase también se puede aplicar al uso acalorado que hace nuestro presidente de su cuenta de X, y a quien mucha gente de su círculo le ha planteado la misma amable sugerencia: descansar de Twitter, dejarse ver en su faceta de estadista. Pero no escucha, es terco en su afición a armar polémicas y camorra. Y esto no lo digo yo, su propia hija Sofía se lo reconoció a El País América. (Ver entrevista).
Sea como fuere, se trata es de brindar claridad en que dentro de la izquierda debería haber consenso generalizado en que la candidatura que se debe impulsar desde ya y con fuerza es la de Carolina Corcho, hacia la posibilidad de emular lo ocurrido en México, donde por primera vez en la historia de ese país una mujer fue elegida presidenta gracias al impulso que le dio la acertada administración de AMLO.
Hay quienes dicen que Corcho es “demasiado primera línea”, o que su gestión beligerante de la reforma a la salud ante el Congreso le restó puntos. Pero considero que esa beligerancia, acompañada de su claridad conceptual y su facilidad de palabra son la mejor carta que tiene para convencer al electorado, sobre todo para enfrentar a quien desde ya se perfila como la candidata “outsider” alrededor de cuya figura histriónica se juntará al final toda la derecha -incluido el ahora espurio Partido Liberal al que pertenecí- en su propósito de retomar la conducción del país: la también beligerante experiodista Vicky Dávila.
Lo que más le conviene a una contienda verdaderamente democrática es que a quien se perfila como la ‘Javiera Milei’ colombiana le salga la voz más preparada del progresismo, no solo para darle nuevos bríos a la tan necesaria reforma a la salud (enredada por poderosos intereses económicos), sino para exponer las motivaciones que convenzan al electorado de que el proyecto del Pacto Histórico debe continuar, al menos otros cuatro años.
En todo caso, existen dentro del Pacto Histórico otras figuras con categoría de presidenciables. En lo femenino, además de las ya citadas brilla con luz propia Susana Muhamad, al frente de un aspecto prioritario en este Gobierno como es el medio ambiente. Y lo ha hecho con sobrado éxito, es el ministerio con mejor desempeño.
Ya en lo masculino se deben destacar -y quizá premiar- los meritorios esfuerzos que viene haciendo el director de la tan vapuleada Unidad de Gestión del Riesgo (UNGRD), Carlos Carrillo, para depurarla de la corrupción de dos ‘ratas’ de la talla de Olmedo López y Sneyder Pinilla.
Los hasta ahora presidenciables nombrados pertenecen a la primera línea petrista, digamos, pero hay dos nombres que provienen del centro político y que también podrían tener juego como aspirantes, además en calidad de “outsiders”. Uno es Luis Gilberto Murillo, quien pese a su condición de diplomático habla sin pelos en la lengua; y Luis Carlos Reyes, todavía redordado como míster Taxes, quien además de su claridad conceptual trae ‘matadas’ a las féminas.
Así las cosas, que entre la consulta interna del partido Pacto Histórico y escoja. ¡Pero prontico, señoras y señores!
DE REMATE: En columna arriba citada dije que en lo electoral a Gustavo Bolívar no le conviene su melena alborotada, ni a Carlos Carrillo su frondosa barba de Fiódor Dostoievski, ni a Pizarro su corte de pelo de jovencita rebelde. Lo reitero y me sostengo.