Por YEZID ARTETA *
“Verguero» fue la expresión que utilicé para describir la situación que padecen varias comarcas del país. Fue en una asamblea de campesinos e indígenas realizada en San Vicente del Caguán. La dije luego de que una lideresa indígena hiciera —mientras mambeaba hojas de coca—, una completa, realista y brillante cartografía de lo que ocurre en el Arco Amazónico colombiano. A un delegado del grupo armado que participaba en el diálogo no le gustó mi expresión. Le pareció una vulgaridad el empleo de una voz coloquial y de uso corriente en el Caribe. Vainas de este país de regiones.
Las comunidades están listas para la paz. Los que nos están listos son los operadores políticos que pasan más tiempo en las peluquerías y en las salas de manicura de Bogotá que escuchando a la gente en las regiones. Solo van por allí en vísperas de elecciones. En un mundo azotado por conflictos y agresiones bélicas letales como las de Ucrania, Gaza o República Democrática del Congo, es un milagro encontrar en Colombia a juntas de acción comunal, organizaciones de mujeres, productores locales, consejos comunitarios, jóvenes emprendedores, transportadores, alcaldes de provincia, cabildos indígenas, párrocos de pueblo, maestros de escuela y vendedores callejeros, luchando contra viento y marea para que la paz y la convivencia lleguen a sus regiones.
La creencia de que se puede ganar militarmente una guerra pareciera estar al orden del día, pero la historia se empeña en demostrar que es la peor opción. Entre 2000 y 2024, según los datos de la Universidad de Uppsala, se han producido 39 guerras en el planeta que han cobrado más de un millón de muertos. Dilatar hasta el infinito los diálogos y negociaciones trae consecuencias negativas, como ocurre con el ELN, organización que acaba de colgarse una medalla al desplazamiento en el Catatumbo, amén de tirarse un fructífero proceso de transformación territorial. Cómo puede entenderse que una agrupación clame por vías terciarias, educación y salud, al mismo tiempo que destruye la maquinaria de obras y corre a los maestros y sanitarios.
La mayoría de agrupaciones armadas de Colombia no están preparadas para cerrar el capítulo de la violencia. Una negociación, me dijo un sabio y entrañable amigo catalán, no puede ser un campo de batalla, un escenario de guerra o una invitación al sufrimiento, sino un espacio de encuentro y de discusión razonada que lleve a una salida aceptable. Una salida para la gente que sufre en primera persona los avatares de la violencia. Los planteamientos binarios como “tú o yo”, “conmigo o contra mí”, “yo gano, tú pierdes”, llevan a ninguna parte. Centrarse en el pasado sin ver el futuro es una vía que conduce al fracaso. Una negociación es ante todo un acto de comunicación cordial y una interacción entre partes, concluyó el sabio catalán.
El verguero no se soluciona solo con las buenas intenciones y la generosidad del Gobierno. Vienen las elecciones. Vuelve el fantasma de la seguridad. Seguridad como sea. Toma nota, Viejo Topo.
Llegó el carnaval, Viejo Topo. Si estás en Barranquilla, búscate un bordillo como el de Shakira para pasarla monocuco. Si estás en otro lugar de Colombia, te invito a visionar un par de películas.
El thriller Hammarskjöld. Lucha por la paz, dirigido por el danés Per Fly, cae como anillo al dedo en estos tiempos de guerra y búsqueda de la paz. Dag Hammarskjöld fue el secretario general de Naciones Unidas durante la Guerra Fría. Luego del asesinato del primer ministro Patricio Lumumba, se dirigió al Congo para evitar la guerra, pero su avión fue derribado. La guerra servía a mezquinos intereses.
Un dramático filme colombiano, con actrices y actores colombianos, Retrato en un mar de mentiras, puede ser visto gratis en Youtube o Vimeo. Vuelve la mirada hacia el despojo de tierras, un asunto que aún no hemos podido superar.
* Tomado de revista Cambio Colombia