Colombia: Fuerzas Armadas e izquierda

Por YEZID ARTETA *

En 2006 el ingeniero Joan Saura Laporta, exjugador de las inferiores del Fútbol Club Barcelona y exdiputado del Partido Socialista Unificado de Cataluña —la rama catalana del Partido Comunista Español— fue nombrado Consejero de Interior de la Generalitat de Cataluña, presidida entonces por el socialista José Montilla. Saura Laporta se convirtió entonces en el jefe de los Mossos d’ Escuadra, el cuerpo armado de policía con más de 18.000 unidades encargado de la seguridad de Cataluña, la región autonómica española que ha sido blanco de ataques terroristas.   

Era la primera vez que un militante de etiología comunista asumía el cargo de Interior. Había polémica en el seno de la izquierda. Por esos días, millares de estudiantes universitarios protestaban en las calles contra el Plan Bolonia, el proceso de unificación educativa en la Unión Europea. Progresismo o garrote era el dilema del Consejero. Ordenó entonces colocar cámaras de videovigilancia en las comisarías para suprimir la tortura y los malos tratos a los detenidos, al tiempo que daba órdenes a los Mossos para que garantizaran la seguridad de la población que votó y apoyaba mayoritariamente al gobierno de izquierda. Saura Laporta marchaba contra la ocupación de Israel en Palestina y alentaba la causa de los estudiantes, pero simultáneamente debía combatir los actos de violencia contra la ciudadanía.

Seguridad e izquierda es un debate que llega tarde a Colombia. Un sector de la izquierda colombiana sigue viendo a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado como entes extraños. Como un aparato estrictamente represivo. No tiene en cuenta los cambios graduales que se han producido en el seno del mundo castrense y el entorno cultural en que se ha levantado la nueva oficialidad. Cada vez son menos los chafarotes a los que les importaba un comino matar a patadas a un sindicalista, decomisar prensa legal de izquierda o reprimir por la mera fuerza a una legítima protesta indígena.

Dicho esto, el expresidente Álvaro Uribe Vélez se equivoca en poner reparos a los procesos que se adelantan en la Jurisdicción Especial de Paz (JEP). Imaginemos a una estudiante, hija de un oficial del Ejército que adelanta estudios universitarios. Su padre, amoroso con ella y su hermano menor, es el héroe de la casa. Un día le toca ver por las noticias a su padre confesando el vil asesinato de un chico parecido a ella. Un ‘falso positivo’. Todo se viene abajo en el hogar del oficial. Es una lección aprendida. La nueva generación de militares, más ceñidos a la Constitución y la ley, están pasando página sobre este terrible episodio que lesionó la credibilidad de la fuerza pública. No se pueden defender y justificar las cosas mal hechas, señor expresidente. 

Es paradójico, pero hay que decirlo: en el gobierno que preside Gustavo Petro han mejorado como nunca antes las condiciones materiales de las fuerzas militares y policía. La masa salarial se ha incrementado sustancialmente. La bonificación para los soldados regulares se triplicó. Doce mil soldados y policías estudian gratuitamente para ascender de rango. Se puede decir más alto, pero no más claro. 

Los militares no son ajenos a la modernidad y el conocimiento. Cientos de ofíciales adelantan por su cuenta posgrados y doctorados en instituciones públicas y privadas en las que deben tratar con profesores y textos que controvierten las ideologías hegemónicas y explican los conceptos de libertad, democracia y republicanismo. La pareja del oficial de los tiempos que corren es también un o una profesional independiente. No es el hombre o la mujer que pasa horas frente a la pantalla viendo telenovelas mientras su pareja vuelve del batallón o de la trinchera. Me ha tocado escuchar en las mesas de paz a oficiales describiendo la realidad de las regiones marginales del país, con mejor raciocinio y objetividad que muchos reconocidos teoréticos y catastrofistas. 

La derecha colombiana trata por todos los medios de patrimonializar y desnaturalizar a las Fuerzas Armadas. Operadores políticos que pasan más tiempo con el manicurista que con la gente que los votó, creen que la función de un soldado o un policía es la de cuidarle su trasero. Piensan que una operación militar es como ir a comprar baratijas en un centro comercial. Es fácil tocar el cuerno de la guerra e incitar a otros para que peleen por ti mientras tanto.

En el Catatumbo ocurrió un hecho trascendental en la historia reciente del conflicto colombiano. Las Fuerzas Militares emplearon toda su capacidad logística para salvar vidas. La vida de decenas de lideres sociales, agricultores y reincorporados. La época en que se disparaba a la bartola sin importar la vida y la libertad de los aldeanos va quedando atrás. Son cambios. Seguridad humana. Es una vuelta de tuerca acerca del papel de las Fuerzas Armadas. Piénsatelo, Viejo Topo. 

A veces, Viejo Topo, se da un mal uso a la palabra ‘Izquierda’. Mánchate, ahora que la extrema derecha trata de perforar la institucionalidad de la que estás haciendo parte. “Bienvenido a la revolución”, dijo el coronel Aureliano Buendía al capitán Roque Carnicero. 

@Yezid_Ar_D

* Tomado de revista Cambio Colombia

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