Con el culo al aire

Por YEZID ARTETA*

“Había sido una celebridad desde los años ochenta, y su imagen pública se correspondía con la del libro El arte de negociar, un éxito de ventas. Pero sus negocios habían fracasado y para 2003 se había convertido en un personaje estrafalario de escaso interés, una caricatura propia de una revista de cotilleos”. Así describe Patrick Radden Keefe, el laureado periodista y escritor estadounidense, a Donald Trump en Maleantes, un singular libro sobre reconocidos estafadores, asesinos, rebeldes e impostores.

Los aliados y aliadas de Trump han quedado con el culo al aire. La primera ministra italiana Giorgia Meloni, la única líder europea invitada a la posesión de Trump, está entre la espada y la pared. Entre defender los intereses de los fabricantes de automóviles de su país, afectados por el incremento de los aranceles, o seguirle la corriente al estrambótico jefe de la Casa Blanca. Las cosas tampoco le van bien a la ultraderechista Marine Le Pen, cuya retórica procede del mismo manual de Trump. La señora Le Pen fue condenada a cuatro años de cárcel por malversación de fondos. Debe elegir entre ir a una prisión o someterse al uso de un brazalete electrónico. ¡Liberen a Marine Le Pen!, escribió Trump en su cuenta de Truth. La manifestación de apoyo a Le Pen convocada en París el pasado martes fue un rotundo fracaso. Esperaban miles y sólo llegaron cientos. El señor Santiago Abascal, por su parte, está deshojando la margarita: no sabe si ponerse del lado de los productores de aceite de oliva, vinos y jamones de España o continuar celebrando al señor de los aranceles.

Si por los predios de la extrema derecha europea llueve, por Latinoamérica no escampa. El mendicante Javier Milei ha realizado diez viajes a Washington sin obtener una sola gracia de la Casa Blanca. Su “relación” con Trump suma cero para Argentina. Sólo falta que una corte de Estados Unidos empiece a halar de la cuerda de la criptomoneda que promocionó Milei para que su vida su convierta en un calvario. Los jueces norteamericanos, a diferencia de la mayoría de los nuestros, no se dejan impresionar tan fácilmente. La justicia gringa condenó a la todopoderosa Chiquita Brands, lo mismo a los intocables directivos de la FIFA involucrados en una red de sobornos y llevó a juicio el caso Odebretch contra políticos latinoamericanos que en sus países continuaban impunes. Trump, por otra parte, le ha asignado a Bukele el papel de bodega para los “desperdicios”. El Salvador se ha convertido en una especie de “basurero humano” al que van a parar culpables e inocentes. Es triste que la economía de un país dependa de la crueldad. Hasta el exsubpresidente Iván Duque se quedará sin trabajo porque el Wilson Center, su empleador, quedará sin fondos por orden de Trump.    

Sería bueno, Viejo Topo, preguntarles a las crías que Trump tiene en Colombia de qué lado están. Con el partido de los aranceles que tiene el eje en Washington o con los intereses de Colombia. Mientras millones de trabajadores y trabajadoras del país miran con estupor las extravagancias del señor Trump, las candidatas y candidatos de la extrema derecha ensayan pases de baile con chicos desorientados, o simulan comerse un chicharrón peludo en un bellísimo césped. La frivolidad de la extrema derecha colombiana no tiene límites. 

Viejo Topo, te recomiendo para los días de Semana Santa dos obras de Patrick Radden Keefe, el autor que mencioné arriba. Uno es No digas nada, el mejor libro que he leído en la última década, y el otro es El imperio del dolor. El primero trata sobre el conflicto del Ulster y el segundo sobre el imperio de las farmacéuticas.    
 

@Yezid_Ar_D

* Tomado de revista Cambio Colombia

Imagen de portada, de Elconomista.es

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