“De Amparo sólo me separan once años”: Germán Tessarolo

Para aliviarnos de la crispación que se vive en estos días de aguda polarización y teniendo como referente a la Amparo Grisales que se le eriza la piel con ciertas canciones de Yo me llamo, en El Unicornio quisimos contactar a quien fue su primer y único esposo, el pintor y publicista italiano Germán Tessarolo, en busca de una entrevista de finde, “para pasar el rato”.

JGP: Su apellido es de origen italiano, nació en Venecia, luego se trasladó a Argentina, si no estoy mal. Y en 1969 se radicó en Colombia. Hay un hecho que muchos conocen, y es que fue el primer esposo de Amparo Grisales. Pero dejemos ese tema para luego y comencemos por lo pictórico. Usted en temática se mete con todo: abstracto, figurativo, naturaleza, paisajes, inclusive el tema religioso. ¿Por qué lo religioso?

GT: Yo estuve 35 años muy ligado al Evangelio. Fue una etapa mística, era la onda de la onda de los pastores, un momento en el que yo necesitaba de Dios. Fue un conjunto de cosas gocé mucho difundiendo la palabra, dando testimonio, cantando en el coro, ilustrando boletines dominicales de la iglesia… Llegué incluso a dar testimonios en iglesias de Chile y Uruguay.

¿Eso tiene algo que ver con lo que usted llama neuro arte o Arterapia?

Arterapia son talleres psicoterapéuticos para niños con problemas, para gente de la tercera edad, para personas que están aburrida y no saben qué hacer. Yo lo asumí como terapia porque me di cuenta de que había mucha gente que necesitaba expresarse y no sabía cómo.

¿O sea, terapia de motivación?

Sí, exacto. Es un tema que vengo trabajando hace muchos años. Empecé con la Cruz Roja Colombiana, donde puse a pintar a 10.000 niños de toda Colombia. Los niños de San Andrés mandaban dibujos como de un cuento de hadas, el mar, los peces dándose besitos, las gaviotas juntas, etc. Claro, ahí no había llegado la violencia, ellos tenían otra visión de la Colombia. Pero los niños del interior, de las provincias, todo lo que veían era metralla, gente mutilada, gente bajando de helicópteros… Luego tomé la Arterapia para niños con problemas de discapacidad cognitiva, autista, con síndrome de Down o esquizofrenia. Y con adultos de la tercera edad.

¿Por qué esos extremos, niños y ancianos?

Porque los primeros diez años de tu vida no los olvidas nunca. Si la pasaste bien, chévere. Pero si no fue así, es algo que tienes que trabajar hasta el último día de vida, como un motor de motivación continua.

Usted también le mete filosofía a su obra, ¿verdad? Le vi en Facebook un vídeo en homenaje a Epicteto, usted decía que él “ha guiado mi camino y mi pasión por el arte”.

Sí, estoy trabajando en los estoicos. Me puse a ahondar en ese tema y, cuando tú haces lo que te gusta, dejaste de trabajar. Me la gozo con esos seres extraordinarios, que no tenían celular ni redes sociales, tipos que se iban comunicando y pasándose datos mientras caminaban en grupo, de voz a voz. Ese era su Whatsapp.

Epicteto también decía que “el deseo y la felicidad no pueden vivir juntos”. ¿Significa que el deseo impide ser feliz?

Esa es la gracia: si tú quieres ser feliz de verdad, no te ates a nadie. Es como una purga mental, en medio de tantas explosiones de noticias, de tecnología, de inteligencia artificial. Así vivís en una confusión que conduce a que muchas veces no sabes ni quién te habla: te parece escuchar la voz de tu hermano, de un hijo, de un primo, pero es que la están imitando. Son muchos cambios abruptos.

Usted se da a conocer como “publicista de día y artista de noche”. ¿Acaso la publicidad no va en detrimento del arte? ¿No son cosas diferentes, quizá contradictorias?

Mira: la publicidad es si se quiere la prostitución del arte, pero justamente los temas de publicidad que manejo tienen que ver con laboratorios, cardiología, el corazón, los pulmones, etc. Entonces, yo le meto arte a eso, según se va presentando. Yo no te hago un corazón, plasmo mi idea del corazón, moderno, con textura, con fuerza pictórica. O sea que la parte artística está metida en ese sándwich de publicidad y arte, y uno trata de darle altura. Las cosas no son como son; son como tú las sientes, como tú las ves.

Usted en política, cómo se ubica: ¿a la izquierda, a la derecha, en el centro…?

De pronto estoy más hacia la derecha que hacia la izquierda. La primera vez que fui a Venezuela, año 76, a exponer en el Centro Comercial Tamanaco (que lo estaban inaugurando), yo veía que Caracas era como un Miami en español, la gente feliz, sin problemas, las casas abiertas, mucha armonía entre todos. Volví años después, ya con Hugo Chávez, y noté que todo empezaba a decaer. Soy apolítico, pero me gusta que la gente viva tranquila, que haya paz y amistad.

Bueno, pasemos al tema de Amparo Grisales, hoy vigente gracias al programa Yo Me Llamo. Se sabe que usted fue el primer y único esposo que ella ha tenido. Dice la información de prensa que se casaron cuando ella tenía 14 años y usted 26.

No, falso. Ella tenía 16 y yo 27. Eran once años de diferencia.

OK. No sé si rumor o el chisme, también se dice que fue Amparo la que quiso casarse con usted para tener pasaporte, para poder irse de Colombia. O sea que habría sido un matrimonio de conveniencia. ¿Es cierto o falso?

Falso. Los dos estábamos enamorados, lógicamente. Ella ya era famosa, se le estaban abriendo muchas oportunidades. Que yo recuerde, La mala hora, grandes novelas… Y ella, por supuesto, necesitaba de su libertad.

¿A tan temprana edad ya era conocida en el mundo de la farándula?

Claro. A los 16 años uno aguanta todo, nunca se cansa. Somos inmortales a esa edad. El matrimonio fue una decisión de ambos. La última vez que nos vimos, después de 46 años, fue el año pasado.

¿Y con qué motivo se vieron?

Ella vino a saludarme. Yo estaba diseñando cosas para la mesa, como individuales, cosas que aprendí a hacer para distraerme durante la pandemia. Y ella vino a adquirir algunas de esas cosas. También se llevó unas pinturas, tuvimos una charla amena, como de dos horas. Y después listo, nos tomamos una foto y ya.

¿Cuánto duró su matrimonio con Amparo Grisales?

Fueron uno o dos años, ya ni me acuerdo. Vivíamos en una de esas casas inglesas de Teusaquillo, ella se la pasaba grabando, y cayó a mi casa el señor Karl Buchholz, de la librería que llevaba su nombre. Y empecé a hacer exposiciones con él, todo funcionaba muy bien, ella por su lado y yo por el mío. Hasta que llegamos a un acuerdo amigable de separación, ella se enamoró de Jorge Rivero, y empezó otra historia. Y yo con otra persona.

Por su acento, diría que usted es más argentino que colombiano. ¿Me equivoco?

Yo soy italiano, con pasaporte italiano, pero mi corazón está en Colombia. Yo escogí a Colombia para vivir por muchas razones, sobre todo por la gente, por las montañas cerca, por el clima de Bogotá, que es el mejor del mundo para trabajar.

Vea pues… a mí me ocurrió lo contrario: me aburrí del frío bogotano, los trancones, el estrés colectivo, y preferí el clima templado de Bucaramanga.

¡No, cuál frío! Frío es los 18 grados bajo cero que he vivido durante temporadas entre Luxemburgo, Bélgica y Holanda. Eso sí es frío. Bucaramanga tiene un clima fabuloso, muy primaveral, el clima hace la gente. Pero a mí me agrada no necesitar de aire acondicionado.

En todo caso, lo veo muy bien de salud. ¿Creo que usted se acerca a los 80 años?

Lo veo muy bien enterado. Yo cumpliré 80 el próximo 12 de abril.

@GermanTessarolo

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