El caos de la movilidad

Cada día es peor el desorden en las calles, y sus causas merecen atención y solución antes de que nos veamos enfrentados en una guerra salvaje generalizada, únicamente por el derecho a la movilidad. Esas causas, multifacéticas y complejas, son producto de una combinación de factores interactuantes que claman por soluciones integrales y a largo plazo que involucren a todos los actores de la sociedad.

Lo primero es el crecimiento desmesurado del parque automotor. El aumento constante de vehículos particulares, especialmente motocicletas, supera la capacidad de la infraestructura vial. La gente tiene dos carros para esquivar el inútil “pico y placa”, y los enjambres de motos, adquiridas con enorme facilidad, generadoras de problemas, que en vez de desarrollo reflejan atraso económico y social.

Frente a ello, la insuficiencia de la infraestructura vial, además de su pésimo estado. La malla vial es la misma de hace centurias; donde hubo una casa con un carro se construyó un edificio con cientos de carros (dos por familia), y las calles, con la misma anchura, sin mantenimiento ni adecuaciones, no solo son insuficientes para el tránsito, sino que están convertidas en parqueaderos. Los genios de las oficinas de planeación, en vez de buscar alternativas, se han especializado en analizar cómo recibir coimas para autorizar toda clase de obras sin llegar a ser procesados (es fácil, parece).

El transporte público es deficiente e inseguro, y por esta razón se fomenta el uso del vehículo particular. Frente a la congestión que afecta la puntualidad y la eficiencia del transporte público, que se vuelve un círculo vicioso, las calles se llenan de carros particulares y taxis, y motos y vehículos particulares que funcionan como taxis. Pareciera que el único emprendimiento posible es transportar, porque, en vez del trabajo en casa, nuestra sociedad prefiere diariamente perder el tiempo y luchar en las calles.

A las calles atiborradas, súmenle chazas y ventorrillos, cantantes y malabaristas, lava vidrios y golpeadores de llantas, que demoran la arrancada en los semáforos mientras terminan su transacción. Agréguenle el comportamiento de los usuarios que irrespetan las normas, los conductores imprudentes, el estacionamiento indebido: la falta de cultura ciudadana y la poca tolerancia.

Súmenle otros factores adicionales, como accidentes, obras viales y manifestaciones. Y, con ello, la falta de coordinación entre las autoridades de tránsito y la ausencia de una gestión integral de la movilidad dificultan la solución de los problemas.

Como si fuera poco, gremios, comunidades y hasta “el establecimiento” se toman las calles con talanqueras y bloqueos; no solo en barrios, sino también las autoridades, que, en vez de dar ejemplo en el uso del espacio público, lo cierran y lo convierten en privado, como si fuera suyo y no de la ciudadanía.

@PunoArdila

Sobre el autor o autora

Social media & sharing icons powered by UltimatelySocial