El Caribe, el Pacífico y la Misión Aracataca

Por CATALINA VALENCIA TOBÓN*

En la geografía mágica de Colombia, dos mares respiran con ritmos distintos. El Caribe, con su oleaje tibio y su horizonte abierto, ha sido cuna de mitos, de náufragos y de realidades tan insólitas que solo pueden ser contadas con la pluma de un García Márquez. El Pacífico en cambio es un latido profundo, un tambor que resuena con la selva, con la ancestralidad de sus pueblos, con la bruma que parece susurrar secretos que el tiempo ha guardado en su espuma. Son dos universos, dos almas de agua que, aunque separadas, han tejido una historia común de resistencia, mestizaje y poesía.

Gabo hablaba del pensamiento Caribe como una manera de ver el mundo: una visión donde la historia y la fantasía son una misma sustancia, donde la vida no se explica con lógica sino con asombro, donde la palabra es más que un testimonio: es destino. Ese pensamiento no es solo una idea literaria, sino un manifiesto de identidad, una forma de comprender el tiempo no como una línea, sino como un espiral donde el pasado nunca deja de existir.

Si el Caribe de Gabo es la aldea donde los muertos siguen conversando con los vivos y donde el viento trae noticias de otros mundos, el Pacífico es la marimba que dialoga con los ancestros, el río que transporta sueños y la selva que aún resiste el olvido. En ese diálogo de aguas, el Caribe y el Pacífico colombiano no son orillas separadas, sino extremos de una misma raíz. Son la evidencia de que somos un país anfibio, de que nuestra historia no puede contarse con un solo color ni un solo ritmo.

Misión Aracataca se erige en este cruce de caminos, en este punto donde los mares se encuentran no por cartografía, sino por destino. Es un llamado a unir las narrativas dispersas de un país que a veces olvida que su grandeza radica en la diversidad de sus voces. Es el puente entre el Macondo que sueña y el litoral que canta, entre la historia que se escribe y la que aún está por contarse.

Juntar los dos mares no es solo una metáfora: es una necesidad. Porque en la espuma del Caribe y en la marea del Pacífico hay una promesa de nación que aún espera cumplirse. Y en el corazón de esa promesa, la palabra sigue siendo la brújula.

Catalina Valencia Tobon, cultora

@CataValenciaT

* Gestora cultural. Antes secretaria de Cultura, Recreación y Deporte Antes en @idartes. Ahora desde observatorio de la cultura. @parescolombia

Sobre el autor o autora

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