El misterio que aún rodea la muerte de Jaime Bateman

Por IVÁN GALLO – Redacción PARES en alianza con EL UNICORNIO

Cuarenta y un años después de su muerte, Jaime Bateman sigue siendo tendencia en redes sociales. La historia lo ha bendecido: es un inmortal. En el caótico consejo de ministros que por orden del presidente fue televisado en cadena nacional y que nada más en redes sociales fue visto por millones de personas, Petro trajo al líder de la organización a la que perteneció a la mesa, al compararlo a Armando Benedetti. Inmediatamente el debate estalló y los más jóvenes se preguntaban por este hombre de apellido inglés que escondía a un caribeño mamador de gallo, disciplinado y a la vez implacable.

Una de las biografías más completas jamás hechas en Colombia la escribió Darío Villamizar, y es sobre Jaime Bateman. El samario, nacido en 1940, quería que este país donde la desigualdad es la norma, pudiera tener más equidad. Apoyó en varios mítines al cura Camilo Torres y terminó dándose trompadas con la policía para proteger a quien tras su muerte se convirtió en uno de los santos de la revolución latinoamericana. La posibilidad de que un proyecto político de cambio llegara por las urnas se negó, cuando el 19 de abril de 1970 le robaron de frente las elecciones a la ANAPO, el partido político creado por el general Gustavo Rojas Pinilla. Después de un apagón quedó decretado que el ganador era un hijo del establecimiento: Misael Pastrana. Ese desencanto lo llevó a militar en las filas de las FARC, pero tanto estalinismo lo reventó. Así que en 1975, después de una intensa y creativa campaña de expectativa, donde apareció durante varios días en el Tiempo un aviso que decía «¿Parásitos? Ya viene M-19»,  el grupo apareció dando uno de sus golpes espectaculares y cargados de simbolismo: el robo de la espada de Bolívar.

Los grupos se parecen a sus líderes, y Bateman tal vez fue el primer ‘bacán’ social de la historia de este país. Gabriel García Márquez, desde la revista Alternativa, secundado por Enrique Santos Calderón, escribía panegíricos sobre el nuevo Bolívar. Mientras tanto, él no se daba tanta importancia. Aparecía incluso en los viernes represivos de la época de Julio César Turbay y su Estatuto de Seguridad en lugares como el Goce Pagano, para conversar con Juan Manuel Roca en la barra o con algunos de los intelectuales que hacían sus tertulias en medio de la música de Eddie Palmieri o Santos Colón.

Ese aire de invencibilidad, de saber que nunca lo iban a agarrar, no se lo dio la violencia sino la bacanería. Como lo recuerda en un perfil escrito hace más de una década en El Espectador Erick Camargo, era su red de amigos, su simpatía, más que un escudo de hombres armados, lo que lo protegía de todo mal y peligro. Es que no era un bandido, era un verdadero revolucionario.

Se movía con agilidad, pese a que a los 8 años en su natal Santa Marta una camioneta lo atropelló. Durante años siguió terapias, lo mandaron a clínicas en Moscú para ver si mejoraba, pero siempre tuvo su caminado particular. Era un conversador tan encantador, que Fidel Castro lo calificó de “Revolucionario único” después de estar todo un fin de semana con él nadando en Playa Girón. Le sacó chispas al Ejército después de realizar la operación Ballena Azul, que consistió en robar más de tres mil armas el 31 de octubre de 1978 en pleno Cantón Norte. Nunca pudieron aprovecharlas. El Ejército desató a sus perros de guerra y la represión fue brutal, de macana y cachiporra. Muchos inocentes fueron torturados, otros asesinados, traumatizados y desaparecidos.

Otro golpe cargado de simbolismo fue la toma de la embajada de República Dominicana en Bogotá. El país conoció a comandantes guerrilleros tan carismáticos como alias La Chiqui. Desde ese momento, muchos estudiantes y la sociedad en general empezó a sentir la fiebre del EME. La personalidad de Bateman era magnética. Tanto que, cuando en 1984 fue elegido presidente Belisario Betancur, entre sus esfuerzos por construir la paz estableció línea directa con el máximo comandante del M-19 y la Presidencia de la República. Se hablaba entonces de “El sancocho nacional”.

En el proyecto revolucionario de Bateman cabían todos los estamentos. El 23 de abril de 1983 se concertó una cita en Panamá entre Bateman y el gobierno Betancur. El líder del M-19 partió hacia su destino, a pesar de las condiciones climáticas que le desaconsejaban volar. En la transmisión radial de la avioneta alcanza a escucharse la angustia del piloto. Habló con Panamá hasta que se perdió contacto.

Durante nueve meses se busco en plena selva del Darién la avioneta. El país estaba en vilo. Se llegó a dice que el sector más radical de las Fuerzas Armadas contrario a los diálogos de paz y que a Bateman y que podrían haberlo desaparecido. Todos los rumores se acallaron cuando el 21 de febrero de 1984 encontraron sus restos.

Treinta y ocho años después el sueño de Bateman se hizo realidad, cuando uno de sus hombres, Gustavo Petro Urrego, fue elegido por vía democrática presidente de Colombia. Se demostraba que por la vía democrática la lucha también se puede.

@IvanGallo78

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