Por HUBERT ARIZA *
Con la llegada de la exministra uribista Alicia Arango como jefe de debate de la campaña presidencial de 2026 de la periodista Victoria Eugenia Dávila Hoyos, más conocida como Vicky Dávila, la derecha radical comienza a alinearse alrededor de una propuesta que busca ser un híbrido entre Milei, Bukele y Trump, tratando de colombianizar las doctrinas que han hecho de Argentina, El Salvador y Estados Unidos tierra de motosierras, megacárceles y aranceles.
Arango es una reconocida dirigente que inició su carrera política al lado del alcalde Enrique Peñalosa y, luego, ascendió a secretaria privada del presidente Álvaro Uribe en su primer mandato. De ahí pasó a la Embajada ante las Naciones Unidas, en Ginebra (Suiza). A pesar de la férrea oposición de Uribe a Juan Manuel Santos, este le garantizó su permanencia en Ginebra, durante su primer mandato. Su carrera política se consolidó cuando actuó como jefe de debate de Iván Duque, entonces senador del Centro Democrático, a quien llevó a la Presidencia de la República. En el Gobierno del Pacto por Colombia, pacto por la equidad, fue primero ministra de Trabajo y, unos meses después, del Interior.
Después de un largo retiro, Alicia Arango ha regresado a la arena política para impulsar la candidatura de Vicky Dávila, quien convirtió a la revista Semana en vocera de la extrema derecha, en una especie de Fox colombiana. Allí se posicionó como una radical opositora del presidente Petro, en sincronía con la Fiscalía de Francisco Barbosa, quien la hizo depositaria de exclusivas judiciales tendientes a menoscabar la credibilidad y estabilidad del Gobierno de Petro.
Vicky ha sufrido en los últimos meses una mutación política considerable, mostrando una enorme capacidad de acomodarse al cambiante escenario electoral. Después de meses de negar que saltaría a la arena política se lanzó e inicialmente pretendió jugar como una outsider, copiando con estridencia el estilo de Milei, aunque sin los títulos académicos, la locura mediática, ni el magnetismo internacional del argentino en los círculos de poder de la derecha. Para ello, presentó con gran orgullo a su equipo económico integrado por libertarios adoctrinados por el jefe de la Casa Rosada. Pero ante el escándalo de las criptomonedas, que afectó la credibilidad de Milei, la candidata dio un giro hacia el Ubérrimo y ha incorporado a Alicia Arango y al duquismo a su estrategia electoral.
Este suceso se da cuando el Centro Democrático, el partido de Uribe, vive una consulta interna para escoger un candidato único que llegue al tarjetón en 2026, y el expresidente atraviesa tierra árida y llena de espinas con una enorme cruz a cuestas, en el juicio que se le sigue por soborno y manipulación de testigos. Cada capítulo de ese proceso, único en la historia política de Colombia, se transmite por redes sociales y en el mismo han desfilado toda clase de personajes del bajo mundo judicial, que como testigos a favor o en contra del exmandatario, muestran el hedor de la política y, al mismo tiempo, el valor de una jueza decidida a hacer justicia.

Pero Uribe, un viejo chalán y domador de caballos de paso fino, confía en la estrategia de sus abogados, pesos pesados del derecho penal y sabedores de todos los laberintos por donde sacar a su cliente sin mayores rasguños. A pesar de las audacias, y más allá de las cábalas sobre si lo condenan o no, Uribe tiene los ojos puestos en 2026 y su obsesión es poner en la Presidencia, como en 2010 o 2018, a uno de los suyos. Esta vez, como en las otras, juega con varios caballos. Mientras sus alfiles del Centro Democrático hacen calistenia electoral en una consulta interna, Alicia Arango se empodera con Vicky, y la fila de quienes desde el centro político buscan pescar en el río de la derecha no deja de crecer.
La derecha radical lleva tres años tratando de encontrar una narrativa que le permita regresar al poder luego del desierto que han significado los tres años del mandato de Petro, quien ha impuesto la agenda y mantenido la iniciativa en busca de la reelección de su proyecto en 2026.
Las encuestas muestran que la derecha tiene opciones, pero aún no tiene la suficiente fuerza para amenazar con un candidato sólido las posibilidades de que Petro reelija su proyecto político. Vicky empezó con ímpetu en los sondeos, pero ha ido descendiendo con el paso de los días. Ya no es novedad. Y no ha propuesto nada. Su discurso tiene como eje el odio a Petro, la evocación a Milei y los ídolos de la extrema derecha y el desprecio por la agenda de la izquierda.
El presidente ha mantenido la iniciativa política y obligado a la derecha a ser reactiva a sus estrategias, sin ninguna iniciativa. La propuesta de la consulta popular, para aprobar las reformas sociales bloqueadas por el Congreso, ha servido para movilizar las bases de la izquierda democrática y conformar grupos de impulsores en las regiones. Pero esa idea no es hoy un tsunami político que movilice a la opinión pública, como no lo ha sido ninguna similar en Gobiernos recientes. Los mecanismos de participación ciudadana siguen siendo un poema democrático que no se traduce en normas constitucionales que transformen la vida de la nación. Bastante imaginación y trabajo en equipo se necesita para hacer el milagro.
La transmisión de los consejos de ministros se ha convertido en un escenario de pedagogía política, económica y social para impulsar la agenda oficial e incentivar la organización territorial de las bases petristas. Pero sobre todo, en un enorme reto para la derecha, que ha acelerado su decisión de rodear a Vicky, como lo hicieron con Duque hace ocho años, o hace cuatro años con Fico Gutiérrez, primero, y con Rodolfo Hernández, después, demostrando un enorme vacío de liderazgo. Ambos candidatos fueron aplastados por la ola del cambio.
El pragmatismo de Uribe lo tiene con un pie en los juzgados y la cabeza en la plaza pública, apostándole a los caballos que galopan en las encuestas por la tierra derecha. El pragmatismo de Petro lo tiene volando en los aviones suecos, fidelizando a su electorado, radicalizado en su programa de reformas y decidido a pasar una consulta que amplifique el poder de la Constitución de 1991 y proyecte al petrismo hacia el poder en 2026. La sociedad sigue polarizada, sin mayor espacio para el centro. Aún es temprano para saber qué candidato hará la V de la victoria en 2026. Las encuestas muestran que, por ahora, ninguno genera pasión y solo hay ilusiones en el corazón de un largo listado de candidatos.
* Tomado de El País América