La homofobia de Donald Trump

Vimos la democracia norteamericana como el faro que iluminaba la civilización occidental, hasta que llegó Trump. Todos preveíamos lo peor con este, el primer presidente condenado por la justicia. Pero nuestros peores augurios se quedaron cortos. La democracia norteamericana está empezando a ser un remedo, mucho más parecida a una “república banana”.

Uno de los temas en los que Trump ha centrado buena parte de su atención, es en perseguir a los gobiernos estatales, a líderes del gobierno federal, a universidades y a empresas que no acatan sus decisiones relacionadas con eliminar todo tipo de discriminación positiva en favor de la diversidad sexual, pues según él “sólo hay dos géneros: hombre y mujer”.

Trump, que emitió una orden ejecutiva contra las políticas de diversidad e inclusión, actúa al estilo de quien fuera por muchos años y hasta su muerte, uno de sus más íntimos amigos, el abogado Roy Cohn, un homosexual que fue el más encarnizado persecutor de los gais norteamericanos, especialmente de quienes estaban en el servicio público, en lo que se conoció como el “Terror Lila”.

Su obsesión por eliminar los beneficios de salud para las personas transgénero, prohibir la presencia de mujeres transgénero en actividades deportivas, castigar a las universidades que privilegien derechos de la comunidad LGBTIQ+ y erradicar la presencia de homosexuales en las filas del ejército, van poniendo a Trump en la misma senda del odiado senador McCarthy, que rastreo, acosó, judicializó y desterró a miles de homosexuales, a pesar de él ser uno de ellos, con el argumento de que estaban al servicio de los comunistas.

El presidente Trump ha logrado que muchas universidades norteamericanas, en una actitud genuflexa, accedan a no reconocerles los derechos a las minorías sexuales y étnicas, para no perder las ayudas económicas federales y no someterse a investigaciones judiciales, en un comportamiento presidencial muy similar al del eterno director del FBI J. Edgar Hoover, otro perseguidor de homosexuales, a pesar de que él mantuvo una relación de casi tres décadas con su asistente Clyde Tolson.

Algunos estados como Nueva York y California no han acatado las decisiones de Trump, ni en estos temas de diversidad ni en la persecución a los inmigrantes y por eso el presidente norteamericano ha lanzado una radical ofensiva contra ellos, que son considerados “ciudades santuarios”, en donde el voto demócrata es arrasador.

Ver actuar a Trump frente a los temas de diversidad lo hace tan parecido a Putin, quien prohibió en Rusia las “relaciones sexuales no tradicionales”. Nada de extraño que Trump apunte en esta misma dirección.

Tampoco sería extraño que el gobierno norteamericano empezará a perseguir países latinoamericanos como Bolivia, Ecuador, México, Cuba, Brasil, Chile, Honduras, Uruguay, Perú y Colombia que protegen constitucionalmente la diversidad y; además, les da amparo contra la discriminación por orientación sexual.

Y para quienes creen que esto no sería posible, The New York Times publica la noticia de que “una carta de la Embajada de Estados Unidos en Francia dio a las empresas que hacen negocios con el gobierno de Estados Unidos cinco días para manifestar su acuerdo con las políticas antidiversidad”.

@humbertotobon

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