En este ambiente de crispación ideológica, incertidumbre y cansancio de las audiencias al escuchar cada cuatro años las mismas promesas de los candidatos presidenciales, lo más seguro es que caigan en el error de presentarse como los “salvadores” del país, proponiendo viejas soluciones que jamás aplicaron en el pasado los anteriores gobiernos.
Ya los muñequitos y la generalas del expresidente y expresidiario Álvaro Uribe Vélez salieron a proponer pendejadas. Por ejemplo, el infantil y obsecuente Miguel Uribe Turbay gritó que si él llega a la Casa de Nariño se “acaba la corrupción y la impunidad”.
Frente al primer asunto, lo que quizás quiso decir el congresista del Centro Democrático es que “reducirá la corrupción a sus justas proporciones” como lo propuso su abuelo, Julio César Turbay Ayala. Este opaco delfín habla de acabar con la corrupción en el momento en el que su partido, junto a Cambio Radical, se disputan los primeros lugares en las estadísticas de congresistas condenados, procesados, vinculados e investigados por corrupción. No sé si trata de un mal chiste, de una burla al electorado o simplemente que su cabeza no le da para proponer salidas reales a los problemas del país. Eso sí, creo que ya se ganó un lugar en Noticracia.
Frente al tema de la impunidad, el homúnculo congresista conservador parece que olvida que los problemas de la justicia están asociados a un orden constitucional garantista que en ocasiones resulta contaminado por la política tradicional lo que le da validez a aquella sentencia que señala que la “justicia es la para los de ruana”. Olvida, por ejemplo, que al interior de la Fiscalía operan mafias financiadas por personajes como Papá Pitufo. Evita recordar el Cartel de la Toga, del que no hay certeza de que haya sido superado o proscrito las prácticas criminales y mafiosas de sus principales agentes.
Y volverán los otros temas de campaña: generar empleo, atacar la inseguridad, acabar con las guerrillas, pagarles a las EPS para que el sistema de salud siga operando en favor de mafias y bajarles los impuestos a los más ricos. Todos esos temas los presentan sin conexión alguna con el modelo de sociedad que opera en Colombia en donde sobresalen el clasismo, el racismo, la aporofobia y el arribismo, entre otros comportamientos que dan cuenta de los graves problemas que afrontamos como sociedad moderna y civilizada; y mucho menos los conectan con la operación mafiosa y criminal de los modelos económico y político responsables del atraso del país, de la pobreza y la concentración de la riqueza en pocas manos.
Convendría que los candidatos del progresismo y el que finalmente enfrentará a los aspirantes de la derecha y la ultraderecha no caigan en ese error. Es tiempo de insistir en que los problemas del país deben afrontarse no prometiendo, sino exponiendo que como sociedad necesitamos una “revolución cultural” con la que sea posible proscribir el ethos mafioso que naturalizamos, en el que confluyen la codicia de las élites política y económica, su torpeza para liderar cambios y el objetivo de extender en el tiempo sus mezquinos intereses.
Las preguntas que hay que proponerle al electorado son dos: ¿Para qué el Estado y quién debe hacerlo operar? No estoy pidiendo que no se propongan soluciones, lo que hay que hacer es explicarle a la gente quiénes y qué factores son los responsables de los problemas de desempleo, inseguridad, orden público, pobreza y concentración de la riqueza en pocas manos.
@germanayalaosor