Monsalve se armó de dignidad

Por JAIRO BARBOSA NEIRA*

La Inteligencia Artificial (IA) propone en tono casual esta versión de dignidad: “ser digno significa merecer respeto y estima por las cualidades y el comportamiento de una persona”. ¿Y qué acontecimiento nos puede permitir explorar mejor ese valor que el caso que ahora tiene a Uribe, el Sacrosanto, ad portas de recibir una condena? Que en cualquier caso sería simbólica, dado que su prontuario es mucho más pesado.

El descrédito como estrategia, la picota pública como condena y la muerte como premio han sido utilizados a diestra y siniestra por ese aparato del crimen que el Innombrable lidera. Tiene una cuadrilla de secuaces a sueldo, dedicados a cumplir todo tipo de funciones: persuadir, difamar, sabotear, amedrentar, humillar, enjuiciar, sicariar, etc. Ha incluido desde presidentes hasta escuetos matones, donde han militado togados, ministros, militares, senadores, fiscales, abogados, tinterillos, correveidiles, mafiosos, traficantes, proxenetas y asesinos a sueldo; una suerte inigualable de troupe dispuesta a cumplir sus órdenes y a “convencer” a cualquiera para que declare, se retracte, señale o encubra lo que sea, con tal de que nada roce el buen nombre del Amo y Señor, mucho menos “estorbar” los intereses del Patrón.

Ese mecanismo ha funcionado como un reloj bien mantenido. Producto de su efectiva gestión hay cadáveres, enjuiciados, condenados, extraditados, suicidados, cancelados, en fin.

Con lo que no contaba ese complejo aparato criminal era encontrarse con un personaje como Juan Guillermo Monsalve, un ser que vivió y militó de forma ineludible en organizaciones paramilitares, quien no eligió pertenecer a esos grupos, que no se planteó ideológicamente ser parte de, simplemente el contexto en el que se formó lo llevaron a ello.

Convicto por asesinato y paramilitarismo, con una condena de 40 años, decidió motu proprio contar la verdad sobre lo que significó su participación en el paramilitarismo y los entramados políticos de ese momento, que por extensión permearon las bases de la organización.

Aun sabiendo el riesgo que corría, decidió contar la verdad. Es decir, hacerse digno sin eludir su responsabilidad y su participación, sin negar nada de su paso por el crimen, optando por redimirse moralmente. Esa decisión lo puso en la mira del aparato del crimen, que buscó por todos los medios que cambiara su declaración e inculpara a Iván Cepeda, quien sólo había servido de canal para recibir su testimonio y encausarlo.

Varios intentos de asesinato y la infructuosa gestión para que fuera trasladado a una cárcel de Barranquilla, donde sin duda podría encontrar la muerte, son prueba fehaciente del poder que ostenta esa organización criminal liderada por Uribe.

Monsalve se armó de dignidad para asumir su responsabilidad y decir la verdad, sin cejar en su postura y manteniéndose inmune a las ofertas y a las amenazas.

Más allá de lo que resulte de todo esto, la Historia lo recordará como el hombre que, pese a estar en el extremo más débil de la cadena, decidió enfrentar al criminal más poderoso que ha existido en la larga tradición político-delincuencial del país.

Una prueba viva de principios y valores de un hombre básico, que sin mamparas afronta la cruda realidad que vive en un momento histórico, en un proceso que está afectando profundamente la percepción de toda una nación frente a quien ha sido uno de sus dirigentes más nocivos, como consecuencia del rompimiento del paradigma de fidelidad impuesto y aceptado per se.

* Reservista de las Fuerzas Naturales en Veronia, reserva natural.

@jairobarbosanei

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