Por AUGUSTO CUBIDES CUADRADO*
En el cementerio de Bocas del Toro están los restos de heroicos combatientes que pudieron dar origen a una histórica gesta libertaria.
Bocas del Toro (Panamá). El calor y la humedad en Bocas del Toro son sofocantes como en la mayor parte del Caribe. Pero al mediodía, y recorriendo a pie sus calles, se convierte en una verdadera tortura. La temperatura sobrepasa los 38 grados centígrados. Es, si se quiere, un acto heroico.
Son las 12 del mediodía del 29 de marzo de 2025 y por las escaleras del Palacio Municipal desciende una comitiva encabezada por las autoridades locales y el Presidente de Colombia, el primero que viene hasta aquí a indagar por la suerte que corrió una veintena de hombres de distintos países, entre ellos varios colombianos.
Hace 130 años, el 7 de marzo de 1895, finales del siglo XIX y liderados por el mexicano Catarino Erasmo Garza y su lugarteniente, el colombiano Pereira Casto, zarpó desde Cahuita (Costa Rica) el bote “Favor de Dios”. En él viajaban 20 hombres armados. Su objetivo: revivir el sueño de Simón Bolívar de crear una Gran Colombia que incluyera a todos los países del Caribe.
El ataque empezó a las 4 de la mañana del día siguiente. Los hombres, al mando de Garza y Pereira, entraron a Bocas del Toro, atacaron el cuartel de policía y liberaron a todos los presos. A partir de allí se iniciaron los combates. La gesta solo duró dos días. El jefe del puerto, el conservador Donaldo Velasco, recibió el apoyo de los Estados Unidos y así, en pocas horas, la sublevación fue derrotada.
Hasta hoy no se sabe con precisión la causa de la muerte de los 20 hombres y tampoco el sitio exacto donde puedan estar los restos. De lo que sí dan fe algunos recortes de prensa de la época y el propio Carlos Fitzgerald, historiador panameño y funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores, es que Garza y Pereira Castro, murieron en combate. Los demás, se cree, fueron enterrados en fosas comunes en el cementerio.
Aquí murió un sueño que, en palabras del Presidente Gustavo Petro, de haber triunfado “no seríamos dos países diferentes, sino que quizás habría un Caribe y una Gran Colombia unida liberal y progresista, bajo las banderas de la democracia y la independencia”.

Con Panamá nos unen varios lazos de hermandad. Uno de ellos, y quizás el más importante en términos de desarrollo económico, es el canal interoceánico, una de las obras de ingeniería más importantes del siglo XX. Después de estar administrado durante décadas por los Estados Unidos, los panameños lograron un tratado para recuperarlo en el gobierno del general Omar Torrijos, en 1977. En 1999 volvió a manos de Panamá.
Bocas del Toro es hoy un paradisíaco centro turístico de Panamá. Sus playas, pero en especial las olas del mar, lo convirtieron en sitio de encuentro obligatorio de quienes vienen, especialmente de Europa, y practican el surf. Lejos de imaginarse estos jóvenes que sus tablas, en las que a diario se suben para desafiar los embates del mar picado y que los traen de regreso a la playa, los botarían justo en frente del cementerio del pueblo donde hace poco encontraron los restos desmembrados de Catarino Garza y donde pueden estar los demás rebeldes liberales que hace 130 años intentaron, sin éxito, una gran gesta revolucionaria.
Hasta este lugar vino el presidente Gustavo Petro. Llevó una ofrenda floral que puso sobre el busto de Simón Bolívar en el parque central del pueblo y acordó con el alcalde y el gobernador de la provincia de Bocas del Toro y el canciller panameño Javier Martínez-Acha Vásquez, la creación de una comisión mixta para esclarecer y encontrar los restos de los colombianos y regresarlos a Colombia.
Luego se trasladó a pie hasta el cementerio en compañía de Fitzgerald, el canciller Martínez-Acha, funcionarios colombianos y habitantes locales. En su interior el momento es mágico. Solo se escucha el sonido de algunas aves y las olas del mar. Curiosamente, y como si fuera un cuento de García Márquez, el cuerpo de Garza fue encontrado donde hoy el alemán John P. Schneider, un turista que llegó algún día a Bocas del Toro atraído por su apacible tranquilidad, construyó e instaló, sin saber, una banca de madera que tiene una exclusiva vista al mar. Le ha pedido a su familia que le lleven allí cuando muera. En el espaldar de la banca hay dos líneas de texto que lo dicen todo: “Rest a while with me. Enjoy the view” (“Descansa un rato conmigo. Disfruta de la vista”).
El calor es sofocante. Vamos saliendo. En medio de los cantos de los pájaros y el permanente ruido de las olas nos vamos despidiendo de los pocos lugareños que acompañaron la visita. Volteo a mirar hacia atrás y no veo más que los árboles quietos, parados en el tiempo. No queda nada. Solo viene muy cerca uno de los reporteros gráficos de Presidencia a quien le pregunto si queda alguien más.
“No quedó ni un alma”, respondió.
* Periodista. Secretario de Comunicaciones en la Presidencia de la República. Director del periódico VIDA.